Parece ser un común denominador de la vida, que a medida que pasa el tiempo, sentimos que nos vamos convirtiendo en una mejor versión de nosotros mismos, pues hemos desarrollado más habilidades, recorrido caminos, vivido experiencias, varias veces nos hemos perdido, equivocado, hemos acertado y también hemos errado y todo esto nos hace más fuertes, humildes y seguramente nos permite sentir a Dios de más formas en nuestro diario vivir.
Y como todo esto maravilloso nos ha venido ocurriendo, y cuando digo maravilloso incluyo los momentos difíciles, dolorosos y oscuros, pensamos que somos esa mejor versión y esto realmente es cierto, porque hemos renunciado a muchos comportamientos nocivos, actitudes destructivas, creencias limitantes, miedos y hemos ido resolviendo asuntos.
Sin embargo, surgen conflictos, mal entendidos y dificultades en las relaciones que nos invitan a reflexionar: con todo y lo que he cambiado y transformado, aún siguen llegando cosas que me cuestan y aspectos que creí no pasarían más ¿cómo puede ser esto posible?
Pues bien, nuestra última mejor versión, es tan reciente, que es incluso nueva para nosotros mismos y solamente ante estas situaciones difíciles o desconcertantes es que podemos empezar a preguntarnos ¿ahora cómo está actuando mi ego? Creí que ya no estaba expresándose, sin embargo, estoy ante momentos difíciles conmigo mismo y con los demás, así sea ocasionalmente.